Durante la trayectoria escolar, la convivencia entre compañeros y compañeras es una de las prácticas de mayor impacto en los procesos de socializar de las personas; el ámbito de la escuela brinda oportunidades para establecer relaciones de amistad y compañerismo que van más allá del contexto familiar, lo cual ha de favorecer el desarrollo psicosocial de los y las estudiantes.
Estas relaciones pueden resultar muy gratificantes y estimuladoras, ya que de ellas se desprenden importantes aprendizajes y experiencias que sólo pueden adquirirse en este ámbito. Asimismo, se reconoce que las y los jóvenes deben hacer frente a cierto tipo de presiones derivadas de los propios códigos y normas de convivencia que se gestan al interior de los grupos donde se relacionan.
En este sentido, las interacciones entre compañeros(as) pueden -en ocasiones- causar daño o malestar a los involucrados, especialmente cuando se trata de hechos que reflejan alguna manifestación de agresión, violencia o maltrato.
Quizás este tipo de prácticas no resulten un fenómeno de reciente aparición, ya que la mayoría de nosotros podremos recordar algunas formas “pesadas” de interrelacionarnos con nuestros compañeros o compañeras como una manifestación de las inquietudes y bromas de la juventud, que eran considerados comportamientos “normales”.
Sin embargo, en la actualidad existe una fuerte preocupación por la dimensión que ha adquirido la violencia entre escolares, hecho que está trascendiendo hasta poner en riesgo la seguridad y la vida misma de los y las jóvenes que se ven sometidos por las prácticas de los que se ha denominado “bullying”.